Acrílico sobre tabla entelada. 70 x 50 cm. Serie: “Los vacíos cotidianos”. Somos presos de una identidad, que nos vamos creando casi inconscientemente dependiendo de los estímulos que nos rodean en nuestra vida. Hasta en las cosas más básicas de nuestro ser, que nunca nos hubiésemos parado a pensar y que sin embargo "nos han colado" (lo que comemos por ejemplo). Nadie es dogma de fe, ni siquiera nuestros padres. Las jerarquías coartan nuestra libertad y en consecuencia el amor hacia uno mismo y el que puedes proyectar. Da igual que el que esté arriba sea un "ser perfecto lleno de amor", el hecho de que se instale arriba de ti ya contradice esa misma descripción. La verdadera compasión no es lástima, no es limosna, es ponerse a la "altura" del otro, ser igual. Que la divinidad sea un humano, un ratón o un pez. En el "vacío" (en la verdadera conciencia) está la libertad, y en la conciencia nada es viejo, nunca acarrea la memoria como una carga o tradición. Carlos Corredera.