
Carlos Corredera. Pintor, diseñador.
De niño encontré en los colores un refugio frente a los silencios familiares; la pintura fue entonces mi manera de sobrevivir y de decir lo que las palabras no alcanzaban. Esa raíz íntima me formó como creador y marcó el inicio de mi camino. Hoy, sin embargo, mi pintura ya no surge de la necesidad de llenar un vacío: nace de la conexión con algo más amplio, un flujo inagotable de posibilidades que me invita a compartir con los demás. Pintar emociones que nos recuerdan lo humano que nos une.

Mi recorrido comenzó muy pronto: a los 12 años ya me sumergía en el óleo, y con 14 ganaba los primeros concursos. Aquella etapa de formación con Pere Ribera y la experimentación temprana me llevaron a exponer individualmente a los 17, presentando una serie de abstracciones en las que los círculos, quizá metáfora de mi infancia “cerrada”, eran el núcleo de la composición. Era el inicio de una búsqueda plástica que aún continúa.

A mediados de los 90 mi pintura viró hacia una figuración estilizada: personajes aparentemente fríos que, en realidad, escondían una intensa carga emotiva. A través de ellos hablaba de una sociedad homófoba, misógina y aún sometida a la religión, cuestionando silencios colectivos. Paralelamente me formé en Diseño Gráfico en la Escola d’Art i Superior de Castelló, ganando numerosos concursos de carteles y ampliando mi mirada artística.

Desde 2007, mi trayectoria tomó un rumbo singular: me adentré en el diseño del arte efímero —fallas en Valencia y hogueras en Alicante—, donde desarrollé un estilo propio que muchos reconocen hoy como el “Estilo Corredera”. Con líneas rectas, composiciones estilizadas y una paleta cálida y brillante, uní estética y crítica social en proyectos que han influido a muchos artesanos y diseñadores en dicho formato.

Durante 2015 volví a la pintura con la serie «Los Vacíos Cotidianos» inspirada en mi práctica de la meditación, explorando el vacío como espacio valioso y fértil. Y a partir de 2016 inicié una nueva etapa centrada en la temática LGBTIQ+, con series como «Pequeño Museo de Maromos» o «Creadoras Desdibujadas». Estas obras han tenido gran acogida entre coleccionistas de todo el mundo, vendiéndose en su totalidad.

Hoy sigo pintando desde esa misma raíz vital, pero ya no como refugio, sino como un canal abierto. Practico mindfulness desde hace años y continúo explorando caminos de crecimiento personal y espiritual, que se filtran poco a poco en mi obra. Para mí la creatividad es dejar que la vida fluya a través del color y compartir con los demás esa corriente ilimitada que nos conecta.
